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Ambrose Bierce

DICCIONARIO DEL DIABLO


de Ambrose Bierce

Ambrose Bierce
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L

Ladr�n, s. Comerciante candoroso. Se cuenta de Voltaire que una noche se aloj�, con algunos compa�eros de viaje, en una posada del camino. Despu�s de cenar, empezaron a contar historias de ladrones. Cuando le lleg� el turno a Voltaire dijo:--Hubo una vez un Recaudador General de Impuestos --y se call�. Como los dem�s lo alentaron a proseguir, a�adi�:--Ese es el cuento.

Ladr�n de cad�veres, s. El que despoja de gusanos los sepulcros. El que provee a los m�dicos j�venes lo que los m�dicos viejos han provisto al enterrador. La hiena.

Lamentable, adj. Estado de un enemigo o adversario despu�s de un encuentro imaginario con uno mismo.

Laocoonte, s. Famosa escultura antigua que representa a un sacerdote de ese nombre y a sus dos hijos entre los anillos de dos monstruosas serpientes. El arte y diligencia con que el anciano y sus muchachos sostienen a las serpientes y las obligan a realizar su tarea constituyen una de las m�s nobles ilustraciones art�sticas del dominio de la inteligencia humana sobre la inercia bruta.

L�stima, s. Sensaci�n de inmunidad, inspirada por el contraste.

Legal, adj. Compatible con la voluntad del juez competente.

Lenguaje, s. M�sica con que encantamos las serpientes que custodian el tesoro ajeno.

Lexic�grafo, s. Individuo pestilente que so pretexto de registrar un determinado estadio en el desarrollo de una lengua, hace lo que puede para detener su crecimiento, quitarle flexibilidad y mecanizar sus m�todos. El lexic�grafo, despu�s de escribir su diccionario, se convierte en "autoridad", cuando su funci�n es simplemente hacer una recopilaci�n y no dictar una ley. El natural servilismo de la inteligencia humana, al investirlo de un poder judicial, renuncia a su derecho a la raz�n y se somete a una mera cr�nica como si fuera un estatuto legal. Basta, por ejemplo, que el diccionario catalogue a una palabra de buena ley como "obsoleta" u "obsolescente", para que pocos hombres se atrevan a usarla en adelante, por mucho que la necesiten y por conveniente que sea. De este modo el empobrecimiento se acelera y el idioma decae. Por el contrario, el escritor audaz y cultivado que sabe que el idioma crece por innovaci�n --cuando crece--, y fabrica nuevas palabras o usa las viejas en un sentido poco familiar, encuentra pocos adeptos. Enseguida le se�alan agriamente que "eso no est� en el diccionario", aunque antes de aparecer el primer lexic�grafo (�que Dios lo perdone!) nadie hab�a usado una palabra que estuviera en el diccionario. En la �poca de oro del idioma ingl�s, cuando de labios de los grandes isabelinos brotaban palabras que formaban su propio significado, evidente en su sonido mismo, cuando eran posibles un Shakespeare y un Bacon, y el idioma, que hoy muere r�pidamente por una punta y se renueva despacio por la otra, crec�a vigoroso y se conservaba dulce como la miel y fuerte como un le�n, el lexic�grafo era una persona desconocida, y el diccionario una obra para cuya creaci�n el Creador no lo hab�a creado.

Libertad, s. Uno de los bienes m�s preciosos de la Imaginaci�n, que permite eludir cinco o seis entre los infinitos m�todos de coerci�n con que se ejerce la autoridad. Condici�n pol�tica de la que cada naci�n cree tener un virtual monopolio. Independencia. La distinci�n entre libertad e independencia es m�s bien vaga, los naturalistas no han encontrado espec�menes vivos de ninguna de las dos.

Libertino, s. El que ha corrido tras el placer con tanto ardor, que tuvo la desgracia de pasarlo de largo.

Libro de recortes, s. Libro editado por un tonto con las tonter�as que se dicen sobre �l.

Ligas, s. Bandas el�sticas destinadas a impedir que una mujer salga de sus medias y devaste el pa�s.

L�o, s. Salario de la coherencia.

Lira, s. Antiguo instrumento de tortura. Hoy la palabra se usa figuradamente con el sentido de facultad po�tica.

Litigante, s. Persona que est� por entregar la piel con la esperanza de conservar los huesos.

Lobis�n, s. Lobo que fue una vez, o es a veces, un hombre. Todos los lobisones tienen un car�cter maligno, pues han asumido una forma bestial para gratificar un apetito bestial; pero algunos, transformados por artes de brujer�a, son tan humanos como lo permite su gusto adquirido por la carne humana. En cierta oportunidad, unos campesinos b�varos capturaron un lobo, lo ataron por la cola a un poste y como era de noche, se fueron a dormir. A la ma�ana siguiente, el lobo hab�a desaparecido. Muy perplejos, consultaron al cura local, quien les dijo que el cautivo era indudablemente un lobis�n, y que hab�a reasumido su forma humana durante la noche. --La pr�xima vez que atrap�is un lobo --dijo el buen hombre-- encadenadlo por la pata, y a la ma�ana siguiente encontrar�is un luterano.

Loco, adj. D�cese de quien est� afectado de un alto nivel de independencia intelectual; del que no se conforma a las normas de pensamiento, lenguaje y acci�n que los conformantes han establecido observ�ndose a s� mismos; del que no est� de acuerdo con la mayor�a; en suma, de todo lo que es inusitado. Vale la pena se�alar que una persona es declarada loca por funcionarios carentes de pruebas de su propia cordura. Por ejemplo, el ilustre autor de este Diccionario no se siente m�s convencido de su salud mental que cualquier internado en un manicomio, y --salvo demostraci�n en contrario-- es posible que en vez de la sublime ocupaci�n a que cree dedicar sus facultades, est� golpeando los pu�os contra los barrotes de un asilo y afirmando ser No� Webster, (autor del diccionario Webster) ante la inocente delectaci�n de muchos espectadores desprevenidos.

Locuacidad, s. Dolencia que vuelve al paciente incapaz de contener la lengua cuando uno quiere hablar.

Locura, s. Ese "don y divina facultad" cuya energ�a creadora y ordenadora inspira el esp�ritu del hombre, gu�a sus actos y adorna su vida.

Locomaquia, s. Guerra en que las armas son palabras y las heridas, pinchazos en la vejiga natatoria de la autoestima; especie de lucha en que al vencedor se le niega la recompensa de la victoria porque el vencido es inconsciente de su derrota.

Longevidad, s. Prolongaci�n poco com�n del temor a la muerte.

Lord, s. En la sociedad norteamericana, turista ingl�s de rango superior al de un viajante de comercio. La palabra "Lord", que significa Se�or, se usa tambi�n a veces como t�tulo del supremo Hacedor; pero en esto prima la lisonja sobre la reverencia.

Luminaria, s. El que arroja luz sobre un tema; verbigracia, un secretario de redacci�n cuando no escribe sobre ese tema.

Lunario, s. Habitante de la luna. No debe confundirse con el lun�tico, que es habitado por la luna. Los lunarios han sido descritos por Luciano, Locke y otros observadores, que no se han puesto mayormente de acuerdo. Bragellos, por ejemplo, afirma que son anat�micamente id�nticos al hombre, mientras que el profesor Newcomb asegura que se parecen m�s a los tribe�os de Vermont.

Lunes, s. En los pa�ses cristianos, el d�a que sigue al partido de b�isbol.

LL.D. ras que designan el t�tulo de "Legumastuciorum Doctor", o sea erudito en leyes, provisto de astucia legal.( significa, en realidad, "Legum Doctor", doctor en Leyes.). Pero esta derivaci�n resulta sospechosa si se tiene en cuenta que antiguamente el t�tulo se abreviaba ��.d. (Libras y peniques) , y era conferido solamente a caballeros adinerados. Actualmente, la Universidad de Columbia considera la posibilidad de crear otro t�tulo para cl�rigos, en lugar del antiguo D.D. (significa "Divinitatis Doctor", doctor en teolog�a) o "Damnator Diaboli". El nuevo honor ser� conocido como "Sanctorum Custus", y se escribir� $$ cts. El reverendo John Sat�n ha sido propuesto como primer destinatario del t�tulo.

L�gica, s. Arte de pensar y razonar en estricta concordancia con los l�mites e incapacidades de la incomprensi�n humana. La base l�gica es el silogismo, que consiste en una premisa mayor, una menor y una conclusi�n, por ejemplo: "Mayor": Sesenta hombres pueden realizar un trabajo sesenta veces m�s r�pido que un solo hombre. ."Menor": Un hombre puede cavar un pozo para un poste en sesenta segundos. "Conclusi�n": Sesenta hombres pueden cavar un pozo para un poste en un segundo. Esto es lo que puede llamarse el silogismo matem�tico, con el cual, combinando l�gica y matem�tica, obtenemos una doble certeza y somos dos veces benditos.



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