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Ambrose Bierce

DICCIONARIO DEL DIABLO


de Ambrose Bierce

Ambrose Bierce
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I

I I. Primera letra del alfabeto, primera palabra del idioma, primer pensamiento de la mente, primer objeto del afecto; en gram�tica inglesa, es el pronombre "yo". Se dice que su plural es "nosotros", pero c�mo puede existir m�s de un yo, es algo que resulta m�s claro a los 72 gram�ticos que al autor de este incomparable diccionario. La concepci�n de dos yoes es dif�cil, pero magn�fica. El uso franco aunque elegante del "yo" distingue a un buen escritor de uno malo; �ste lo asume como un ladr�n que quiere esconder el bot�n bajo la capa.

Idiota, s. Miembro de una vasta y poderosa tribu cuya influencia en los asuntos humanos ha sido siempre dominante. La actividad del Idiota no se limita a ning�n campo especial de pensamiento o acci�n, sino que "satura y regula el todo". Siempre tiene la �ltima palabra; su decisi�n es inapelable. Establece las modas de la opini�n y el gusto, dicta las limitaciones del lenguaje, fija las normas de la conducta.

Ignorante, s. Persona desprovista de ciertos conocimientos que usted posee, y sabedora de otras cosas que usted ignora.

Ilusi�n, s. Madre de una respetabil�sima familia, que incluye al entusiasmo, el Afecto, la Abnegaci�n, la Fe, la Esperanza, la caridad y muchos otros v�stagos igualmente virtuosos.

Ilustre, adj. Favorablemente situado para recibir las flechas de la malicia, la envidia y la calumnia.

Imaginaci�n, s. Dep�sito de mercader�as que poseen en com�n los poetas y los mentirosos.

Imbecilidad, s. Especie de inspiraci�n divina o fuego sagrado que anima a los detractores de este diccionario.

Imparcial, adj. Incapaz de percibir promesa de ventaja personal en la adhesi�n a uno de los bandos de una controversia, o en la adopci�n de una entre dos ideas en conflicto.

Impenitencia, s. Estado de �nimo intermedio, en el tiempo, entre el pecado y el castigo.

Impiedad, s. Irreverencia del pr�jimo hacia mis dioses.

Imposici�n, s. Acto de bendecir o consagrar imponiendo las manos: ceremonia com�n a muchos sistemas eclesi�sticos, pero que es realizada con m�xima sinceridad por la secta de los Ladrones.

Impostor, s. Rival que tambi�n aspira a los honores p�blicos.

Imprevisi�n, s. Satisfacci�n de las necesidades de hoy con las rentas de ma�ana.

Impunidad, s. Riqueza.

Inadmisible, adj. Que no merece ser considerado. D�cese de ciertos testimonios que los jurados son incapaces de apreciar, y que en consecuencia los jueces rechazan, aun en procedimientos de los que son los �nicos �rbitros. La evidencia de o�das es inadmisible, porque la persona a quien se cita no ha prestado juramento y no puede ser interrogada por el tribunal; no obstante, la evidencia de o�das sirve diariamente de fundamento a las m�s importantes acciones, militares, pol�ticas, comerciales y de cualquier otra clase. No existe en el mundo una religi�n que no se funde en la evidencia de o�das. La revelaci�n es evidencia de o�das; que las Escrituras sean la palabra de Dios, es cosa que sabemos solamente por el testimonio de hombres muertos hace mucho tiempo, cuya identidad no est� claramente establecida y que no prestaron ning�n tipo de juramento. Seg�n las reglas de la evidencia judicial ninguna de las afirmaciones de la Biblia ser�a admisible ante un tribunal. Tampoco podr�a probarse que la batalla de Blenheim se libr�, que existi� Julio C�sar, que hubo un imperio asirio. En cambio, y puesto que los archivos judiciales constituyen evidencia admisible, puede probarse f�cilmente que han existido poderosos y perversos magos que fueron un azote para la humanidad. La evidencia (confesiones inclusive) que sirvi� para condenar y ejecutar por hechiceras a ciertas mujeres, no ten�a fallas; aun hoy es inatacable. Las decisiones judiciales fundadas en ella eran justas dentro de la l�gica y la ley. Nada est� mejor probado ante un tribunal que los cargos de brujer�a que llevaron a tantos a su muerte. Si las brujas no existieran, el testimonio humano y la raz�n humana carecer�an igualmente de valor.

Inauspiciosamente, adv. De manera poco promisoria, por ser desfavorables los auspicios. Antes de emprender cualquier acci�n importante, los romanos acostumbraban obtener de los augures alg�n dato sobre el probable resultado; uno de los m�todos de adivinaci�n m�s dignos de confianza consist�a en observar el vuelo de las aves, y los pron�sticos que de ah� surg�an se llamaban auspicios. Periodistas y algunos lexic�grafos dan a la palabra el sentido de "patrocinio" o "direcci�n", verbigracia: "Las celebraciones se realizaron bajo los auspicios de la Antigua y Venerable Orden de Ladrones de Cad�veres" o "Los festejos fueron auspiciados por los caballeros del Hambre".

Incompatibilidad, s. En el matrimonio, semejanza de gustos, en particular el gusto por la dominaci�n. La incompatibilidad, sin embargo, puede asumir la forma de una pac�fica madre de familia que vive a la vuelta de la esquina. Se conocen algunas incompatibilidades con bigote.

Incompatible, adj. Incapaz de existir en presencia de otra cosa. Dos cosas son incompatibles cuando el mundo del ser tiene espacio suficiente para una, pero no para las dos: por ejemplo, la poes�a de Walt Whitman y la misericordia de Dios con el hombre. Las palabras "Se�or, somos incompatibles" reemplazan con ventaja a la vulgar expresi�n "Vaya a ba�arse; si lo veo de nuevo, lo mato".

Inconducta, s. Infracci�n de la ley que posee menos dignidad que la felon�a y no autoriza el ingreso en la mejor sociedad criminal.

Incubo, s. Miembro de una raza de demonios extraordinariamente imp�dicos que, aunque no del todo extinguidos, han conocido mejores noches. Para una descripci�n completa de los "incubi" y los "succubi" (y tambi�n de las "incubae" y las "succubae"), consultar el Liber Demonorum de Protassus (Paris, 1328), donde hay muchas informaciones curiosas que estar�an fuera de lugar en un diccionario destinado a servir de texto en las escuelas p�blicas. V�ctor Hugo relata que en las Islas del Canal de la mancha, el propio Satan�s (sin duda tentado m�s que en otros sitios por la belleza de las mujeres) suele hacerse el �ncubo, con gran alarma y esc�ndalo de las buenas se�oras que, en t�rminos generales, quieren ser fieles a sus votos matrimoniales. Cierta dama acudi� al p�rroco para averiguar c�mo podr�a, en la oscuridad, distinguir al osado intruso de su marido. El santo var�n le aconsej� tocarle la frente para ver si llevaba cuernos; Hugo es lo bastante descort�s como para insinuar sus dudas sobre la eficacia del m�todo.

Indice, s. Dedo que se usa generalmente para se�alar a los malechores.

Indecisi�n, s. Factor principal del �xito, porque como dice Sir Thomas Brewbold, "s�lo hay una manera de no hacer nada, y muchas maneras de hacer algo, y entre estas una sola es la correcta; de ah� que el indeciso que se queda quieto tiene menos probabilidades de equivocarse que quien se lanza a la acci�n". --Su r�pida decisi�n de atacar --le dijo cierta vez el general grant al general Gordon Granger-- fue admirable. S�lo tuvo usted cinco minutos para decidirse. --Si, se�or --respondi� el victorioso subordinado--, es importante saber lo que debe hacerse en una emergencia. Cuando no s� si atacar o retirarme, jam�s vacilo: tiro al aire una moneda. --�Quiere decir que eso es lo que acaba de hacer?-- Si, mi general, pero le ruego no reprenderme. Desobedec� a la moneda.

Indefenso, adj. Incapaz de atacar.

Independiente, adj. En pol�tica, enfermo de autorrespeto. Es t�rmino despectivo.

Indigesti�n, s. Enfermedad que el paciente y sus amigos suelen tomar por profunda convicci�n religiosa e inter�s en la salvaci�n de la humanidad. Como dijo el sencillo Piel Roja del desierto: "Yo bien no reza; gran dolor barriga, mucho Dios".

Indiscreci�n, s. Culpa de las mujeres.

Indultar, v. t. Remitir una pena y devolver al acusado a una vida criminal. Agregar a la fascinaci�n del crimen la tentaci�n de la ingratitud.

Ineficaz, adj. D�cese de lo que no est� calculado para favorecer nuestros intereses.

Infiel, adj. y s. D�cese, en New York, del que no cree en la religi�n cristiana; en Constantinopla, del que cree. Especie de pillo que no reverencia adecuadamente ni mantiene a te�logos, eclesi�sticos, papas, pastores, can�nigos, monjes, mollahs, vud�s, hierofantes, prelados, ob�es, abates, monjas, misioneros, exhortadores, di�conos, frailes, hadjis, altos sacerdotes, muecines, brahamanes, hechiceros, confesores, eminencias, presb�teros, primados, prebendarios, peregrinos, profetas, imanes, beneficiarios, cl�rigos, vicarios, arzobispos, obispos, priores, predicadores, padres, abadesas, cal�geros, monjes mendicantes, curas, patriarcas, bonzos, santones, canonesas, residenciarios, diocesanos, di�conos, subdi�conos, di�conos rurales, abdalas, vendedores de hechizos, archidi�conos, jerarcas, beneficiarios, capitularios, sheiks, talapoins, postulantes, escribas, gur�s, chantres, bedeles, fakires, sacristanes, reverendos, revivalistas, cenobitas, capellanes, mudjoes, lectores, novicios, vicarios, pastores, rab�s, ulemas, lamas, derviches, rectores, cardenales, prioresas, sufragantes, ac�litos, p�rrocos, sul�es, muftis y pumpums.

Infralapsario, s. El que se atreve a creer que Ad�n no ten�a necesidad de pecar, si no quer�a; por oposici�n a los supralapsarios que sostienen que su ca�da estaba decretada desde el comienzo. A los infralapsarios se les llama a veces supralapsarios, sin que ello altere la importancia o lucidez de sus opiniones sobre Ad�n.

Injusticia, s. De todas las cargas que soportamos o imponemos a los dem�s, la injusticia es la que pesa menos en las manos y m�s en la espalda.

Inferiae, s (lat�n). Entre los griegos y los romanos, sacrificios propiciatorios de los Dei Manes, o almas de los h�roes muertos. Los piadosos antiguos no pudieron inventar dioses suficientes para satisfacer sus necesidades espirituales, y debieron recurrir a un n�mero de deidades de relleno que fabricaban con los materiales menos promisorios. Fue mientras sacrificaba un buey al esp�ritu de Agamen�n que Laiaides, sacerdote de �ulide, se vio favorecido por la aparici�n del espectro de ese ilustre guerrero, quien le narr� prof�ticamente el nacimiento de Cristo y el triunfo del cristianismo, d�ndole adem�s una rese�a r�pida, pero pasablemente completa, de los acontecimientos hasta el reinado de San Luis. El relato termin� abruptamente en ese punto, debido al desconsiderado canto de un gallo, que oblig� al espectral Rey de Hombres a volver al trote al Hades. Esta historia tiene 78 un delicado sabor medieval, y como no se ha podido rastrear su origen m�s all� del padre Brateille, piadoso aunque oscuro escritor de la Corte de San Luis, probablemente no nos equivocaremos si la consideramos ap�crifa, aunque monse�or Capel piense otra cosa.

Influencia, s. En pol�tica, un quo ilusorio que se da a cambio de un quid sustancial.

Infortunio, s. Especie de fortuna que siempre llega.

Ingenio, s. Sal con que el humorista americano arruina su cocina intelectual, al omitirla.

Ingenuidad, s. Seductora cualidad que alcanzan las mujeres mediante largo estudio e intensa pr�ctica con sus admiradores varones, que de buena gana la confunden con el sencillo candor de sus hijos.

Ingrato, s. El que recibe un beneficio de otro, o es objeto de una caridad cualquiera.

Injuria, s. Ofensa que sigue en gravedad a un desd�n.

Inmigrante, s. Persona inculta que piensa que un pa�s es mejor que otro.

Inmoral, adj. Impr�ctico. Todo lo que resulta poco pr�ctico para los hombres, llega a ser considerado perverso e inmoral. Si las nociones humanas del bien y del mal tuvieran otra base que la utilidad; si se originaran, o pudieran originarse, de otro modo; si las acciones tuvieran en s� mismas un car�cter moral independiente de sus consecuencias; entonces toda la filosof�a ser�a una mentira, y la raz�n una enfermedad de la mente.

Innato, adj. Natural, inherente, como las ideas innatas, que poseemos al nacer, porque nos fueron dadas antes de venir al mundo. La doctrina de las ideas innatas es una de las m�s admirables creencias de la filosof�a, siendo ella misma una idea innata y por lo tanto irrefutable, aunque Locke neciamente crey� "ponerle un ojo en compota". Al n�mero de las ideas innatas ya clasificadas, debemos agregar la creencia en nuestra capacidad para dirigir un diario, en la grandeza de nuestro pa�s, en la superioridad de nuestra civilizaci�n, en la importancia de nuestros asuntos personales y en el inter�s que nuestras enfermedades presentan para los dem�s.

Inscripci�n, s. Una cosa escrita sobre otra cosa. Hay muchas clases de inscripciones, pero en general est�n destinadas a conmemorar la fama de alguna persona ilustre y transmitir a �pocas distantes el recuerdo de sus servicios y virtudes. A esta clase de inscripciones, pertenece el nombre de John Smith, escrito a l�piz sobre el monumento a Washington. He aqu� algunos ejemplos de inscripciones recordatorias en l�pidas (ver Epitafio). Mi cuerpo yace en el suelo Mas el alma subi� al cielo; Pero el D�a llegar� Y mi cuerpo se alzar� Para que del cielo goce. 1812. Ella sufri� sin queja su dolencia Fue in�til el auxilio de la ciencia; La muerte de pesares la libr�; Con su esposo en el Cielo se reuni�. "Aqu� yace Jerem�as Arbol. Fue abatido el 9 de mayo de 1862 a los 27 a�os, 4 meses y 12 d�as. Ind�gena."

Insensible, adj. Dotado de gran fortaleza para soportar los males que aquejan a los dem�s. Cuando le dijeron a Zen�n que uno de sus enemigos hab�a muerto, se lo vio profundamente conmovido. --�Qu�! --exclam� uno de sus disc�pulos-- �Lloras la muerte de un enemigo?--Ah, es cierto --repuso el gran estoico-- Pero deber�as verme sonre�r ante la muerte de un amigo.

Insignias, s. Distintivos, joyas y trajes de �rdenes antiguas y venerables como: los Caballeros de Ad�n; los Visionarios del Divino Blabl�; la Antigua Orden de los Modernos Trogloditas; la Liga de la Santa Farsa; la Dorada Falange de los Falangistas Marsupiales; la Gentil Sociedad de Vagabundos expurgados; la M�stica Alianza de Exquisitos Regalianos; las damas y Caballeros del Perro Amarillo; la Oriental Orden de los Hijos de Occidente; La Orfandad de los Insufribles; los guerreros de Arco Largo; los Guardianes de la Gran Cuchara de cuerno; la Banda de Bestias; la Impenitente Orden de azotadores de Esposas; la Sublime Legi�n de Conspicuos rimbombantes; los Adoradores del Santuario Galvanopl�stico; los Inaccesibles Resplandecientes; los Jen�zaros del pavorreal; la Gran C�bala de Sedentarios; la Fraternidad de los Verrugosos; la Cooperativa del Candelero; los Disc�pulos militantes de la Fe Oculta; los Caballeros Defensores del perro Dom�stico; los Guardianes de la Letrina M�stica; la misteriosa Orden del Manuscrito Indescifrable; Los Monarcas del M�rito y el Hambre; los Prelados de la Ba�era y la Espada.

Insurrecci�n, s. Revoluci�n fallida. Fracaso de opositores que pretenden reemplazar un gobierno malo por otro desastroso.

Intemperie, s. Lugar donde ning�n gobierno ha podido cobrar impuestos. Su funci�n principal es inspirar a los poetas.

Intenci�n, s. Conciencia del predominio que un grupo de influencias ejerce en nuestro esp�ritu sobre otro grupo de influencias. Efecto cuya causa es la inminencia, real o supuesta, de un acto involuntario.

Int�rprete, s. El que permite a dos personas de distinto idioma comprenderse, repitiendo a cada una lo que convendr�a al int�rprete que dijera la otra.

Interregno, s. Per�odo durante el cual una monarqu�a es gobernada por un lugar a�n tibio en el almohad�n de un trono. La experiencia de permitir que ese lugar se enfr�e ha dado generalmente malos resultados, en virtud del entusiasmo que despliegan, para volver a calentarlo, numerosas personas dignas.

Intimidad, s. Relaci�n a que son providencialmente arrastrados los necios a fin de destruirse.

Inventor, s. Persona que construye un ingenioso ordenamiento de ruedas, palancas, y resortes, y cree que eso es civilizaci�n.

Ira, s. Enojo de grado y cualidad superiores que corresponde a personajes encumbrados y a ocasiones importantes: como "la ira de Dios", "los d�as de ira", etc. Los antiguos consideraban sagrada la ira de los reyes y de los sacerdotes, porque generalmente pod�a manifestarse a trav�s de un dios. Los griegos frente a Troya fueron tan hostigados por Apolo, que saltaron de la sart�n de la ira de Crises al fuego de la c�lera de Aquiles, aunque Agamen�n, el �nico ofensor, no result� asado ni quemado. Inmunidad parecida goz� David cuando incurri� en la c�lera de Yahveh por censar a su pueblo, del que setenta mil pagaron la pena con sus vidas. En la actualidad Dios es Amor y los censistas pueden cumplir su trabajo sin temor al desastre.

Irreligi�n, s. La m�s importante entre las grandes creencias de este mundo.



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